El Gordo de Navidad del año 2013 había caído de manera más o
menos proporcionada a lo largo y ancho de la península: Jaén, Barcelona,
Palencia… Pero, donde realmente había parecido caer (recalquemos lo de
parecido, luego veremos por qué), y no en forma de plata precisamente, sino más
bien en forma de bendición futbolística, era en Getafe.
El aficionado azulón se frotaba los ojos a los quince
minutos de juego en el Coliseum Alfonso Pérez y no acababa de creérselo. Lisandro
cabeceaba el córner botado por Pedro León completamente solo dentro del área rival,
colocando el cuero lejos del alcance del portero. Por supuesto, la jugada
resultaba en un gol bastante bonito para la memoria del seguidor.
Pero, todavía más bonito resultaba recordar que, unos cinco
minutos antes, su lateral izquierdo, Sergio Escudero, se había internado
completamente solo en la zona de castigo enemiga (después de una soberbia asistencia
de tacón de Lafita), fusilando de nuevo al guardameta contrincante por bajo sin
apenas oposición. Esto, si echamos cuentas, suponía un marcador de 2-0 a favor
del equipo madrileño.
Si captábamos un poco más de perspectiva, nos dábamos cuenta
de que ese portero se trata de Pinto, el arquero titular del Barça en ausencia
de Valdés. Resumiendo, la estampa navideña parecía tremendamente agradable: en
tan solo un cuarto de hora de juego disputado, el Getafe se colocaba con dos
goles de ventaja sobre el colíder de la liga BBVA.
Pero ser el colíder de la liga BBVA implica muchas cosas.
Como poco, que tus jugadores tienen calidad individual suficiente como para levantar
un partido cuesta arriba. Esta calidad individual es la que se le debía
haber pasado a Pedro por la cabeza cuando, en ocho minutos (los que van desde
el 37 hasta el 45 de la primera mitad) anotaba un hat-trick que bajaba de la
nube al Geta, situándole por debajo en el marcador en la vuelta a los
vestuarios al descanso.
La segunda parte tenía mucha menos historia que la primera:
comienzo titubeante por parte de los dos equipos, que no parecían dispuestos a
arriesgar mucho; los unos por miedo a encajar un gol que acabara de romper el
partido y los otros por temor a encajar un tanto que pusiera de nuevo las
tablas en el marcador.
Así se llegaba al minuto 68, momento en el cual Busquets
habilitaba a Pedro en la banda derecha, mientras que el eléctrico extremo
colgaba un balón al segundo palo para que Cesc ajusticiara a Moyá con una volea
a media altura. Instantes más tarde (concretamente 3 minutos después), el
tinerfeño del Barça (sí, otra vez él) quebraba a Borja dentro del área, y este
último no tenía más remedio que derribarle, provocando un penalti que se encargaría
de transformar Cesc, certificando su doblete. El marcador no se movería hasta
el final del encuentro.
Llegaba el pitido de Undiano Mallenco señalando el camino de
los vestuarios, y no se antojaba necesario ser adivino para deducir que el
único que iba a caer “gordo” en la ciudad madrileña de Getafe en esta
tarde-noche del 22 de Diciembre de 2013 iba a ser el virtuoso extremo
tinerfeño.
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