La eliminación de Rusia ha sido
una de las grandes sorpresas que nos ha dejado la fase de grupos de la Eurocopa
de Polonia y Ucrania. Los pupilos de Dick Advocaat, que comenzaron el torneo
dando una gran imagen y goleando por 4-1 a la República Checa, dijeron adiós
tras empatar con Polonia y perder contra Grecia en la última jornada, firmando así
un fracaso con el que pocos contaban.
De hecho, la escuadra del país de
los zares partía con la intención de repetir lo conseguido hace cuatro años, en
Austria y Suiza, cuando llegaron a las semifinales. Cierto es que el equipo no
estuvo en el Mundial de Sudáfrica, pero los Arshavin, Pavlyuchenko y compañía
aspiraban a reivindicar el regreso a las alturas del gigante euroasiático,
poniendo fin a más de dos décadas sin éxitos.
Y es que en Rusia aún pesa, y
muchísimo, el recuerdo de aquella URSS que tantas alegrías dio a los
aficionados entre los cincuenta y finales de los ochenta. Un ciclo triunfal que
comenzó en 1956, en los Juegos Olímpicos de Melbourne. Allí, el conjunto
soviético se llevó el oro, venciendo en la gran final a Yugoslavia por 1-0. Fue
sólo la antesala de lo que aún estaba por llegar.
En 1960, y con el cuadro
balcánico también como último adversario, el ‘Ejército Rojo’ se proclamó
campeón de la primera Eurocopa. Curiosamente, los hombres de Gavril Kachalin llegaron
a aquella fase final, disputada en Francia, tras ver cómo Franco impedía que
España viajase a Moscú para jugar la ida del cruce de cuartos, lo que dejó a
los nuestros sin opciones de llevarse el título, pese a que contaban con
hombres como Di Stéfano, Kubala o Gento en sus filas.
Sin embargo, cuatro años después
la 'Roja' se cobró cumplida venganza en Madrid, evitando que los
soviéticos revalidaran título en su segunda final consecutiva de la Euro. Pero
esto no evitó que la URSS continuase brillando a nivel internacional. No en
vano, cayó en las ‘semis’ del Mundial de 1966, en Inglaterra, donde perdió en la lucha por el tercer puesto ante la Portugal de Eusebio. Igualmente,
la penúltima ronda también fue el techo en la cita continental de 1968, en
Italia, que terminó como cuarta después de caer frente a los ‘Pros’ en la final
de consolación.
Pero los éxitos continuaron en la
década de los setenta. Basta recordar que en 1972 el ‘Ejército Rojo’ fue
subcampeón de la Eurocopa de Bélgica y bronce en los Juegos de Munich,
compartiendo la presea con Alemania. Sin embargo, en 1974 no pudo participar en
el Mundial, debido a su negativa a jugar contra Chile en una de las
eliminatorias previas, toda vez que el gobierno del Kremlin era contrario al
resultante del golpe de estado que sufrió el país andino en 1973.
A partir de ahí, la URSS vivió
una época sombría, sin más alegrías que otros dos bronces olímpicos en 1976 y
1980. Hubo que esperar a 1988 para ver de nuevo al país de los zares en la
primera línea del fútbol mundial. De hecho, en aquel año, el cuadro soviético
llegó a la final de la Eurocopa de Alemania, donde perdió frente a Holanda. Fue
el mejor regreso posible tras faltar a las citas de 1976, 1980 y 1984. Incluso,
los Juegos de Seúl dieron una nueva alegría, la última, al gigante
euroasiático, con otra medalla de oro.
No obstante, todo cambió a partir
de la caída del Muro de Berlín y la apertura de Rusia a la democracia. A medida
que se iba desintegrando la Unión, el equipo se debilitaba, pasando a ser un
rival menor desde el Mundial de Italia 90, siendo incapaz de superar la primera
ronda de los torneos. La única excepción ha sido la Eurocopa de 2008, que
había hecho creer que por fin se podrían reverdecer viejos laureles.
Pero la competición se ha
encargado de demostrar lo contrario y que a seis años de ser sede del Mundial
de 2018 aún hay mucho que mejorar para regresar a las alturas. Tiempo hay por
delante como para seguir creciendo y crear una selección de garantías para
entonces. Aunque, lo que está claro es que el retorno de los ‘zares’
futbolísticos tendrá que seguir esperando, al menos, un tiempo más.
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