Cuatro días. Ese es el tiempo que
ha tardado el Barcelona en pasar de aspirar a ganarlo todo a tener que
conformarse sólo con pelear por la Copa del Rey. Primero el Real Madrid, en
Liga, y después el Chelsea, en Champions, se han encargado de pararle los pies
esta temporada, animando así a quienes desde hace tiempo vienen pregonando un
final de ciclo que los resultados se han encargado de desmentir hasta ahora.
Pero, a tenor de los últimos acontecimientos, ¿podríamos ante el inicio del
declive del ‘Imperio Azulgrana’?
Probablemente, no. Sobre todo
porque existe un precedente que invita a pensar que lo sucedido este curso es,
simplemente, un bache. No en vano, en la 09/10, ocurrió algo muy parecido,
puesto que los culés, tras hacerse con la Supercopa de España, la de Europa y
el Mundialito, cayeron eliminados en octavos de final de la Copa del Rey ante
el Sevilla, haciendo después lo propio frente al Inter de Milán en las
semifinales de la Champions. De este modo, el único consuelo, tras el triplete
con el que se inició la ‘Era Guardiola’ la campaña anterior, fue la
Liga.
Ahora, el camino que se ha
recorrido es prácticamente idéntico. El museo del Camp Nou alberga tres nuevos
títulos ‘menores’, la opción de jugar la final de la máxima competición
continental ha desaparecido y el único cambio está en que, una vez que la Liga
ya es prácticamente del Real Madrid, queda la opción de ‘maquillar’ la
temporada con el vigesimosexto trofeo del ‘Torneo del KO’. Para ello, el ‘Pep Team’
deberá imponerse en la gran final al Athletic de Bilbao, el próximo 25 de mayo.
Pese a todo, habrá quien diga que
el panorama pinta peor que entonces, ya que, puestos a comparar títulos, la Copa se encuentra más devaluada que la Liga. Es cierto, pero, a fin de
cuentas, hablaríamos de seguir engordando el palmarés, algo que en clubes como
el Barcelona, con tantísimo presupuesto y potencial, resulta obligatorio. No
obstante, lo que sí es irrebatible es que este año se ha acabado el aplastante
dominio azulgrana en la competición doméstica, colocándose su eterno rival,
como una alternativa real de poder, lo que cambia sustancialmente la
decoración.
Pero a esa variación le podría
acompañar una incluso más importante que, esta vez sí, lo transformaría
todo: el posible adiós de Guardiola. Y es que, a diferencia de lo que ocurrió
en la 09/10, cuando se daba por hecho que el de Sampedor continuaría al frente
del equipo, su futuro es ahora mismo una auténtica incógnita. Todavía no se ha
pronunciado sobre si renovará o no, aunque los rumores que lo sitúan como
seleccionador inglés o, incluso, entrenando en Qatar van cobrando cada vez más
fuerza conforme van pasando los días.
Su hipotética marcha sí que
supondría un importante revés para la entidad, que se quedaría sin su técnico
más laureado y continuador del estilo del ‘Dream Team’ que dirigió Cruyff
durante la primera mitad de los 90. En este sentido, la búsqueda de un
sustituto de garantías sería un auténtico desafío y, probablemente, podría
abrir un periodo de transición que, teniendo en cuenta la pujanza madridista,
para nada sería recomendable en la casa barcelonista.
Porque, al margen de ello, no se
puede hablar de que la plantilla actual haya agotado su ciclo. De hecho, el
futbolista de mayor edad es, con 36 años, Pinto, suplente de Valdés y cuya
función es más la de hacer grupo que la de ganarse el puesto sobre el terreno
de juego. De igual modo, los 34 de Puyol tampoco parecen suponer un problema,
puesto que su rendimiento sigue siendo el de siempre. Lo mismo ocurre con Xavi
pese a que cuente con 32 primaveras, ya que su modo de juego, pausado y basado
en su impecable visión de juego, vaticina que aún le quedan muchas temporadas
de buen fútbol en sus piernas. Así mismo, los Iniesta, Piqué, Messi, Cesc, Pedro, Thiago y compañía están por debajo de la treintena.
Y, en caso de que los ‘grandes’
necesitasen relevo, parece claro que La Masía está preparada para acudir al
rescate con los Tello, Cuenca, Fontás, Montoya, Dos Santos, Sergi Roberto,
Rafinha o Deulofeu, quienes apenas rondan la veintena y están absolutamente
aclimatados a ese ‘Estilo Barça’ que no sólo impregna al primer equipo, sino
del que también beben las categorías inferiores. Si a eso se le une que la
filosofía del club no se basa en buscar ‘cracks’ fuera, sino crearlos en casa,
las cuentas salen por sí solas.
Además, siempre queda la opción
de recurrir al mercado de fichajes, donde la escuadra azulgrana se convierte en
uno de los destinos más apetecibles para cualquier jugador. Este hecho, unido a
la dificilísima situación económica que atraviesan la mayoría de equipos,
facilita que la entidad del Camp Nou pueda hacerse casi con cualquier
futbolista que desee. Eso sí, siempre y cuando los Real Madrid, Chelsea,
Manchester City o United no se metan por medio, encareciendo las operaciones,
ya que una de las premisas básicas que instauró Rosell desde su llegada a la
presidencia culé ha sido una relativa austeridad a la hora de hacer
desembolsos.
Con todo ello, parece claro que
más que de la llegada de un final de ciclo en el Barcelona se debería hablar de
un importante punto de inflexión, en el que margen hay, y de sobra, para que el
equipo vuelva por sus fueros. No en vano, puede que el mayor problema que tenga
actualmente sea que en los últimos años todos nos hemos malacostumbrado a ver
cómo el Barcelona lo ha ganado todo que, ahora, nos llega a parecer raro que
sólo pueda llevarse la Copa del Rey, un título que, por otro lado, salvaría la
temporada de, quizás salvo el Real Madrid, cualquier otro club.
Ha llegado el momento de la
reflexión en la entidad azulgrana, de ver qué errores se han cometido y cómo se
pueden subsanar. Pero, sobre todo, de abordar con todas las de la ley la
continuidad de un Pep Guardiola a quien cuyo historial le convierte en la
piedra angular de cualquier proyecto de futuro en el que se contemple regresar
a las alturas a corto plazo. Sobre todo, porque en caso de que vaya a haber un
relevo en el banquillo, este debería cerrarse cuanto antes, porque, aunque
parezca que aún queda un mundo para que empiece el curso que viene, todo lo que
se tarde sí que podría ser acercarse a ese tan temido final.
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