Barcelona, primera mitad de la
década de los ochenta. Mientras los Maradona, Migueli, Schuster, Lobo Carrasco,
Víctor Muñoz, Marcos Alonso, Alexanko y compañía brillaban vestidos de
azulgranas sobre el césped del Camp Nou, un pequeño recogepelotas que ni
siquiera pertenecía todavía a las categorías inferiores de la entidad soñaba con
emular a sus ídolos en el coliseo de la Ciudad Condal. Su nombre: Josep
Guardiola Sala; su historia, la de un camino plagado de éxitos desde el
anonimato hasta convertirse en leyenda.
El primero de ellos fue de carácter
personal, dejando en junio de 1984 el club en el que dio sus primeros pasos,
el Gimnàstic de Manresa, para irse a La Masía, algo que le cambiaría por completo la vida.
Y no sólo porque le permitió pulir su tremenda visión de juego, iniciando una
carrera meteórica que le llevaría al primer equipo en poco más de seis años,
sino porque de esta forma tomó contacto con una filosofía futbolística que ya
no iba a abandonar jamás.
En ello también influyó de manera
decisiva la presencia de Johan Cruyff al frente del banquillo azulgrana. No en
vano, el holandés apostó por él como una de las piezas básicas de su ‘Dream
Team’, convirtiéndolo casi en una auténtica prolongación suya sobre el terreno
de juego. Así, producto de esa simbiosis, el Barcelona se convirtió en la
primera mitad de los 90 en uno de los mejores equipos de la historia, ganándolo
prácticamente todo.
De este modo, Guardiola atesoraba
en su palmarés cuatro Ligas, tres Supercopas de España, una Champions y una
Supercopa de Europa antes de cumplir los 25 años. A esto, habría que sumar
también el Oro Olímpico que ganó con la selección española en los Juegos de
Barcelona. En poco más de una década, había cumplido su sueño, aunque aún le
quedaba por delante muchísimo camino por recorrer, superando, incluso, sus
expectativas más optimistas.
Porque pese a la marcha de Cruyff
al final de la temporada 95/96, Pep continuó siendo fijo para su sucesor, Sir
Bobby Robson. Para ello, basta recordar que en la primera campaña del británico
como míster culé él jugó más partidos que nunca, contribuyendo decisivamente en
la consecución de la Copa, la Supercopa de España y la Recopa. Aunque al año
siguiente, con la llegada de Louis Van Gaal, todo pareció torcerse.
Una importantísima lesión le
mantuvo en el dique seco durante prácticamente todo el curso, dejándolo sin
acudir al Mundial de Francia 98 y convirtiendo en anecdótica su aportación a
aquel equipo que logró la Liga, la Copa y la Supercopa de Europa. Afortundamente
para él, sí pudo resarcirse en la 98/99, en la que el ‘Barça de los holandeses’
ganó de nuevo la Liga con él de ‘timonel’. Poco o nada podría imaginar entonces
que ese sería su último título vistiendo la elástica azulgrana.
Porque el equipo se quedó en
blanco durante las dos siguientes temporadas, algo que, pese a que continuase
siendo un habitual en el once, quizás tuvo un peso decisivo para que en abril
de 2001 anunciase que continuaría su carrera en el extranjero. Atrás dejaba el
récord de haberse convertido en el futbolista, junto a Busquets, con más Ligas
ganadas en la historia del club, seis, y un total de 379 partidos disputados;
números que le convertían en una auténtica institución en el club.
Así, inició una aventura en el
Brescia italiano en la 01/02, completando una buena campaña, aunque otra lesión
le impidió estar en el Mundial de Corea y Japón. Pese a ello, la Roma se fijó
en él, pero sus desavenencias con Capello le enviaron de vuelta a su anterior
equipo en el mercado de invierno. Para entonces, ya se había visto salpicado
por un caso de dopaje del que sería absuelto años después. Aunque puede que aquella
polémica le animase a cambiar de aires en 2003, marchándose al Al-Ahli de
Qatar.
Allí permaneció dos años, hasta
que en diciembre de 2005 se enroló en el Dorados de Sinaloa mexicano, donde se
retiraría a mediados de 2006. A partir de ahí, se centró en prepararse como
técnico, una faceta en la que podría estrenarse muy pronto. Concretamente, el
curso siguiente, cuando el Barcelona le ofreció hacerse cargo del primer
filial, al que ascendió de Tercera a Segunda B.
Este hecho no pasó para nada
desapercibido para la directiva, que tras la marcha de Frank Rijkaard le
ofreció el banquillo barcelonista. Y entonces, dejó de ser una institución para
convertirse en leyenda. Primero, deshaciéndose de viejos ídolos del club como
Ronaldinho o Deco, que ya ofrecían más problemas que solucionea, apostando decididamente por jóvenes valores de la cantera como Busquets o Pedro como relevo. Después,
reformulando el estilo de juego del equipo, basándose en el fútbol del ‘Dream
Team’ de Cruyff, basado en el toque y la búsqueda de espacios, perfeccionándolo
y llevándolo a su máxima expresión.
La consecuencia, es sabida por
todos. La escuadra azulgrana inició su mayor época de esplendor, firmando en
cuatro temporadas la friolera de tres Ligas, dos Champions, una Copa del Rey,
dos Supercopas de Europa, dos de España y dos Mundialitos. A esta cuenta
podría sumarse también la final del ‘Torneo del KO’ que aún debe de jugar el
equipo el próximo 25 de mayo, frente al Athletic, así como también, pese a no ser
títulos, las goleadas firmadas frente al Real Madrid por 2-6 y 5-0 en la 07/08
y 10/11 respectivamente.
Pero, mientras tanto, el desgaste
físico y, sobre todo mental, ha ido haciendo mella en él, algo que se ha
notado, y de qué manera, tanto en su aspecto como en las prestaciones de sus
hombres, que esta temporada han estado por debajo de las expectativas. Por este
motivo, Guardiola ha decidido poner fin a su etapa al frente de la nave
catalana, dejándola en manos de su socio, Tito Vilanova, que tendrá a partir de
junio la difícil tarea de mantener e intentar estar a la altura de su legado.
Queda la incógnita de saber cuál
será su futuro. Algunos apuntan a que podría estar como seleccionador inglés.
Otros, miran a Qatar. Sea cual sea, podrá llegar presumiendo de que ha dirigido
ya al mejor equipo de la historia, ganándose por derecho propio, un sitio en el
Olimpo del fútbol. Porque, qué poquito se podía imaginar aquel pequeño
recogepelotas de los ochenta que, en apenas un par de décadas, su nombre pasaría
no sólo a la posteridad en el Camp Nou, sino a la del fútbol en general.
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